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 Elfo Keykum - El guerrero del dragón de diamante 
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Soldado de Esthar
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Nota Elfo Keykum - El guerrero del dragón de diamante

Pues yo también voy a poner páginas de lo que estoy escribiendo, hale, a ver si por algún casual cae la breva y alguien lo lee jajaja

es una novela juvenil de fantasía, a ver qué os parece.

Pongo aqui los capítulos, y haré otro topic para las críticas.

Elfo Keykum,
Guerrero del Dragón de Diamante.


Keykum era un héroe. Todos le consideraban un héroe. Aunque claro, los héroes también necesitaban descansar. En ese momento era de noche. En el pueblo de Tahem, las noches solían ser silenciosas y tranquilas, acompañadas de la luz de las lunas. Key, al igual que el resto de los elfos del pueblo, se encontraba en el interior de su casa, durmiendo. La temperatura era ideal, por las ventanas abiertas entraba una suave brisa que hacía que el aroma a incienso se extendiera por toda la habitación, sumiendo al elfo en un sueño profundo y relajante. Los lejanos sonidos de las aves nocturnas, el agudísimo chillido de los murciélagos y el susurrar de las hojas no hacían sino completar ese perfecto ambiente de relajación.
De repente, a pesar de que todo cuanto lo rodeaba le incitaba a permanecer durmiendo hasta bien entrado el amanecer, Key se despertó sobresaltado. Había tenido una pesadilla en la que aparecía Darken. El elfo sintió cómo su piel, perlada por el sudor, se enfriaba al contacto con la brisa. Encendió una pequeña lámpara de aceite que había sobre la mesita auxiliar. Un escalofrío recorrió su espalda mientras se levantaba para cerrar la ventana. Caminó torpemente, aún adormecido, intentando recordar lo que ocurría en la pesadilla que le acababa de desvelar. En ella aparecía un ser alto, esbelto, que recordaba a lo que antaño pudo ser un elfo, ahora rodeado de un aura de maldad. La infame criatura conocida como Darken había intentado acabar con Key y con su amado bosque en más de una ocasión. Por mucho que el héroe lo derrotara, inexplicablemente, Darken regresaba del más allá en otro de sus continuos intentos por extender su reinado de terror, pero, ¿por qué había aparecido esa noche tan pacífica y armónica en uno de los sueños de Keykum? Hacía años que nadie sabía nada de Darken.
Key permaneció en silencio, mirando a través de la ventana. Ya había pasado la sensación inicial de frío. Miró hipnotizado a las lunas, tres de las cuales estaban en pleno apogeo mientras que las otras dos estaban en plena fase menguante. Enfrascado en sus pensamientos, recordó aquel día, hace tantos años, en el que vio por primera vez al Señor Oscuro.

>>Era un joven de apenas doce años, solitario, siempre enfrascado en sus pensamientos. Tenía una mente inquieta, creativa, ansiosa por crear artilugios y por investigar los misterios del mundo. No tenía amigos, porque siempre fue demasiado raro, demasiado avanzado para su edad y su época. Los chicos se reían de él por el color rojo sangre de su pelo y por su innata habilidad para la magia del elemento Agua, algo extraño entre los elfos, más propensos a los conjuros relacionados con la tierra, el bosque y la naturaleza. Un día apareció Darken sin más, como de la nada, y empezó a destruir el bosque, dirigiéndose poco a poco a la zona central, que era justo donde estaba su pueblo y donde vivía el espíritu protector. Entonces, Keykum cogió su pequeña espada, que era la única arma de la que disponía, y se dispuso a descender por las escaleras que rodeaban el tronco del enorme árbol en el que estaba acoplada su casa. Observó que no era el único, que todo el mundo hacía lo mismo, pero a diferencia de él, salían corriendo hacia la salida del pueblo.
-“¿No vienes, Key? Venga, date prisa”- le dijo uno de los chavales que, a pesar de ser bastante altanero y de despreciar la supuesta sangre mestiza de Key, se encontraba en ese momento pálido, atemorizado.
-“No” respondió Key sin titubear.
-“Alguien tiene que luchar contra ese tipo, ¿no? ¿Vais a dejar que arrase todo el bosque?”
-“Elfo loco”- le dijo el otro, que parecía estar a punto de romper a llorar, con voz temblorosa, para girarse a continuación dispuesto a huir hacia la entrada del pueblo. Fue entonces cuando el joven Key empezó a ver una luz delante de él. Al principio le pareció que era una especie de nubecilla de polvo luminoso, como de luciérnagas del tamaño de un grano de arena, pero empezaron a girar y a compactarse hasta crear una bella forma humana con un par de alas en la espalda. Su amigo se detuvo, quedó boquiabierto al verlo, y se escondió tras unas rocas para ver qué ocurría.
-“¿Qué eres? ¿Un ángel? ¿Un hada?” – Preguntó Key.
–“No. Soy el Alma del Bosque” – respondió aquel ser. -“Y he venido porque te necesito. El malvado Darken está destruyendo el bosque y creo que ninguno de los guerreros de tu pueblo puede vencerle.”- “¿Cómo?” – Preguntó extrañado Key. – “Yo jamás he luchado y además sólo tengo doce años. No soy tan fuerte ni tan astuto como los soldados. ¿Cómo quieres que le gane?”.
– “Tú eres diferente al resto. Eres el elegido.” – le dijo el espíritu. Key jamás olvidaría aquellas palabras. -“He estado esperándote. Puede que aún no seas tan fuerte ni tan rápido, pero de sobra tienes valor, nobleza y corazón, y eso es suficiente para vencer el odio y la oscuridad de Darken. Te voy a dar algo”.
Entonces, el espíritu cerró los ojos y extendió los brazos. Key observó asombrado cómo su espada se levantaba en el aire y comenzaba a brillar. De repente soltó un potente destello. El joven guerrero quedó unos instantes cegado y oyó el ruido metálico producido por su espada al caer al suelo. Cuando abrió los ojos, vio que la espada había cambiado, y el espíritu ya no estaba allí. La cogió y la observó de cerca. Parecía un poco más grande que antes, pero era ligera y manejable. El mango era de color cristalino, parecida a un trozo de hielo, y la hoja, que antes de tenía algunas mellas, era del mismo material y estaba ahora perfectamente afilada. Además emitía una especie de aura azul, que Key reconoció al instante, por las historias que le contaban los ancianos; era la mismísima energía del Dragón ancestral de diamante. De repente oyó un crujido a su espalda, y saltó a un lado para no ser aplastado por el tronco que Darken acababa de derribar. Después de eso, Key no recordaba demasiado bien su lucha contra el jefe oscuro porque, aunque le venció, quedó inconsciente por el agotamiento. Algunos jóvenes elfos le habían visto pelear. Desde aquel día, Keykum comenzó a ser respetado y admirado en su pueblo, y su fama se fue extendiendo por el mundo. Desde aquel momento habían pasado más de diecinueve años élficos.


Su casa había cambiado mucho en los últimos siete años. De las paredes colgaban algunos premios que había conseguido en los concursos de tiro con arco y ballesta que se celebraban a menudo en Leria, objetos conseguidos en los pueblos de tritones o enanos, recuerdos de sus viajes y trofeos de caza, entre otras cosas. En un rincón, detrás de la puerta de entrada, estaba su Espada Adamantina, emitiendo su característica aura brillante. Keykum, aún asomado a la ventana, pudo observar que, mientras que las lunas del Dragón de Fuego y la del Dragón Serpiente brillaban con más intensidad de lo normal, la suya, la luna del Dragón de Diamante, había desaparecido en escasos minutos, había sido eclipsada. Los ciclos lunares eran un completo misterio para todos; muchos elfos habían dedicado cientos de años a investigar y no habían conseguido dar una explicación. En ese momento, la puerta se abrió de golpe, y Key volvió en sí dando un gran respingo.

- ¿Qué haces despierto a estas horas, hermanito? – preguntó una voz de sobra conocida. Cuando Key se giró, sobresaltado, vio a su hermano menor entrando en la casa despreocupadamente por la puerta, rara vez cerrada con llave. El joven elfo, al igual que Keykum, iba vestido con poco más que un pantalón largo hecho de una tela muy fina y suave, que utilizaba para dormir en esos días en los que no hacía el suficiente calor como para dormir sin pantalón, ni demasiado frío como para ponerse un pijama de más abrigo. Además, llevaba el pelo revuelto, lo cual le daba aspecto de crío.
- ¡Qué susto me has dado! Yo podría preguntarte lo mismo, Vit. ¿No te han enseñado a llamar antes de entrar a las casas?– respondió Key. Su aspecto no era mejor que el de su hermano, su pelo era bastante más grueso y lo tenía revuelto formando una extraña y cómica cresta. Su rostro de enfado y su tono de voz perdían toda la seriedad que el elfo hubiera intentado darles.
- Ah, perdona. No pretendía entrar tan de golpe. Aún así te noto un poco tenso, te he oído gruñir y farfullar desde mi casa.- Mientras hablaba, Vitán se acercó a una fuente de oro blanco pulido que su hermano usaba como espejo y sonrió al verse.
- Bueno, es que he tenido una pesadilla.- dijo Key cerrando la puerta de la casa.- Hace más de treinta eras que no tengo ninguna.
- Vaya, yo también he tenido una. Te oí gritar y vi que encendías la luz, así que vine por si te había pasado algo… claro, que yo no tendría mucho que hacer contra algo que fuese capaz de vencerte incluso a ti. Oye, cuéntame tu pesadilla, ¿eh?
- No me acuerdo bien. Sólo sé que en ella aparecía Darken, era muy real. Montaba en una criatura extraña… parecía un caballo, pero con alas como de dragón. No recuerdo haber leído nada acerca de criaturas así.
- Pues en la mía soñé que era de noche.- comenzó Vitán, ilusionado, sentándose sobre la cama. Key le escuchaba sentado en el borde de la ventana, con una pierna apoyada en el suelo, recostándose sobre el marco lateral, que era lo suficiente ancho como para no clavarse incómodamente en su espalda.- Yo estaba en mi casa de Leria recogiendo mis cosas para irme a dormir y oí un ruido cerca de las cuadras. Entonces fui con una lamparilla y vi a uno de los caballos muerto, lleno de sangre y a una especie de persona que salía corriendo del corral, era como un vampiro.
- ¿Recuerdas cuál era el caballo muerto?
- Pues... creo que era el viejo Vodka, de Tanem.
- ¿Vodka? ¡Pero si ése está en las últimas! No creo que el vampiro ese encontrara más de medio litro de sangre – dijo Key entre carcajadas. Los dos acabaron riéndose, procurando no hacer demasiado ruido con sus risotadas para no despertar a nadie más. Mientras reía, Key miró de nuevo al exterior de su casa. Fue entonces cuando pudo divisar la silueta de un hombre a caballo en el horizonte, dirigiéndose al norte. El caballo se detuvo y extendió un par de membranosas alas, aunque estaba muy oscuro, y Key no pudo distinguir si esas alas pertenecían al hombre o al caballo. Parpadeó y volvió a mirar a través de la ventana. Árboles y más árboles que se elevaban varios metros alrededor y por encima de su casa. Entonces, ¿cómo era posible que hubiera visto a aquella figura en un lugar diferente al que en ese momento se extendía ante sus ojos? Quizá se tratara de una visión o algo parecido. No estaba muy seguro, pero se quedó intranquilo.
- Bueno, me voy a dormir – dijo Vitán, ignorante de lo que su hermano acababa de ver. Se levantó y se acercó a Key.- Si no, mañana no podré distinguir entre mi carcaj y la almohada, en el concurso de tiro con arco. Espero que tengas suerte, llevas dos años sin vencerme. Participarás, ¿verdad?
- No sé. Tengo que viajar a Leria, a hablar con el rey acerca de ciertos robos que se han producido en una de mis casas… Aunque creo que me urge más ir a las tierras del norte, en el reino de Sol Helado.
- ¿Otra vez los dragones de hielo?
- Sí. El rey me ha encargado que acabe con ellos. Intentó enviar mensajeros en son de paz, pero los dragones de hielo no atendieron a razones. Ya es la décima vez en lo que va de era.
- Desde que perdieron a su señor, parecen haber enloquecido.
- No, antes no se comportaban así, incluso tras la muerte del gran Dragón de Diamante. Los ataques al reino de Sol Helado comenzaron hace poco más de tres eras, pero últimamente son demasiado frecuentes.
- Si quieres, mañana puedes participar en el concurso y dejarte ganar en la segunda ronda...
- ...Cuando me corresponda enfrentarme a ti, igual que el año pasado y el anterior.
- Sí, claro, que te dejaste vencer. Reconoce que te gané. No tienes nada que hacer contra tu hermanito, Guerrero Keykum.
- Por supuesto. Buenas noches, Vit.- respondió Key riendo. Le revolvió aún más el pelo a su hermano, y ambos se dieron un afectuoso abrazo para despedirse, tras lo cual, Vitán se marchó a su casa. Antes de apagar las velas, Key vio un suave reflejo sobre la mesa. Provenía de un objeto circular, como un plato de unos quince centímetros de diámetro. “¿Qué hace esto aquí?”, se preguntó. Se trataba del espejo del Dragón de Diamante, y su utilidad era que permitía viajar del mundo de la luz al de la oscuridad. Darken intentó robárselo al dragón, pero los dragones son criaturas muy poderosas y, aunque el Rey de la Oscuridad lo hirió de muerte, no consiguió lo que quería. El dragón, antes de morir le entregó su valioso espejo a Key, que desde entonces lo había guardado con cuidado y sólo lo había utilizado en algunas ocasiones. Con delicadeza, lo envolvió en un trozo de cuero de lemín y lo guardó bajo el tablón suelto que había en el fondo del armario, junto a sus títulos nobiliarios. Después, Key apagó la lámpara y se echó en su cama, pero no pudo dormir en toda la noche.




Cuando los rayos de sol aún asomaban con timidez por encima de las copas de los árboles, dándole al pueblo un aspecto dorado y mágico, las calles ya estaban llenas de elfos, caminando de acá para allá, preparándose de cara al concurso. Keykum estaba despierto mucho antes de que el cielo comenzara a aclararse, y en ese momento caminaba en silencio, con la mirada dirigida hacia el suelo, ignorando el bello amanecer. Todos sus vecinos le saludaban, con la esperanza de que el Guerrero del Dragón de Diamante les dirigiese alguna palabra. La verdad, Key ya estaba cansado de que sus propios vecinos se le quedaran mirando por las calles del pueblo. Al principio le daba igual, pero tras doscientas eras comenzaba a molestarle que las jóvenes elfas se le acercaran para darle un par de besos en las mejillas, o que los amigos a los que veía todos los días le estrecharan la mano como si acabaran de conocerlo, o que incluso le llamasen “Señor”, “Conde” y demás, cuando hacía décadas que no pasaba por sus tierras. Él se consideraba un simple cazarrecompensas, su único trabajo era liberar a los pueblos de las amenazas oscuras a cambio de una buena suma de monedas de oro, a pesar de que los reyes de más de un reino le hubieran concedido tierras y títulos (simples trozos de pergamino, pensaba Key) por prestar sus heroicos servicios a la corona
Se giró y observó su casa, ahora lejana, situada en el tronco de uno de los árboles más grandes y ancianos del bosque. Los elfos de Tahem respetaban profundamente el bosque, y construían sus casas en los árboles sin dañarlos, de forma que parecía que estas formaran parte del mismo tronco. La casa de Keykum ensombrecía a todas las del pueblo, incluso a la del mismo alcalde, tanto por su tamaño como la ornamentación, empezando por la cuidada talla de factura élfica y terminando en todos y cada uno de los maravillosos y extravagantes adornos de los diferentes pueblos que, sin romper la armonía y la belleza de las edificaciones élficas, dejaban más que claro que aquella no era la casa de un elfo cualquiera.
Esa mañana, Key se sentía intranquilo, por la pesadilla y el jinete que había visto en la lejanía la noche anterior. Además, otros dos de sus amigos le habían contado que también tuvieron pesadillas esa noche y en todas salía Darken, excepto en la de Vitán. El concurso empezaría en breve, y por las calles flotaba el dulce y a la vez amargo olor del excelente café –otro de los productos exóticos que Keykum traía a su pueblo, recuerdo de sus viajes- que preparaban para el desayuno conjunto de los participantes A pesar del alegre ambiente, Key no conseguía dejar de pensar en aquel sueño. Daba vueltas arriba y abajo con el arco y el carcaj en la mano, no probó el desayuno, ni siquiera saludaba a los amigos que paseaban por la calle. Una joven se le acercó con una cazadora de imágenes en la mano, y le pidió permiso al elfo para hacerse una imagen cazada junto a él. “¿Me la firmáis, apuesto guerrero?” Le preguntó la chica. Su belleza, como la de todas las elfas, era exuberante a la par que serena, y haría que cualquier humano se sonrojara con solo mirarla a la cara. En cambio, Keykum estaba acostumbrado a ver ese rostro, continuamente acechante. “Lil, tienes exactamente trescientas cuarenta y siete imágenes cazadas en las que salgo yo, ciento sesenta y cuatro en las que apareces tú conmigo, y ochenta y nueve de ellas firmadas por mí; eso sin contar que me puedes ver todos los días por la calle. ¿No te cansas?” Preguntó Key. “¡Claro que no! Yo soy tu admiradora número uno” respondió la chica. Sus maneras no recordaban en nada a la elegancia y el porte que caracterizaba a los de su raza. Con un suspiro de hartazgo, como si acabara de engullir una pesada y abundante comida, Keykum aceptó la petición de la joven elfa, tras lo cual, continuó con su silencioso paseo.
Después de su primera pelea contra Darken, el Señor Oscuro había vuelto en varias ocasiones y nunca había pasado más de un año élfico entre cada aparición, pero ya llevaba cerca tres sin verlo. Además, las pesadillas de esa noche, la visión del jinete... Al final no pudo aguantar más, así que regresó a su casa y cogió su espada y el resto del material. Mientras buscaba algunas cosas que le faltaban, vio sobre la mesilla de noche un objeto circular envuelto en cuero de lemín. “¿Cómo ha llegado hasta aquí el espejo? Juraría que ayer lo guardé”. Iba a dejarlo a un lado, pero en ese momento, algo le incitó a cogerlo y llevárselo. Tras dudarlo unos segundos, lo guardó en una ajada bolsa de tela en la que aún se vislumbraban bordados en oro, y se la colgó cruzada en la espalda. Terminó de prepararse y salió de su casa. Entonces lo sintió. Sí, ahora estaba seguro. Notaba oleadas de poder oscuro que se acercaban poco a poco, lenta pero ininterrumpidamente. Sacó su espada de la vaina y vio que la hoja brillaba más que nunca. Descendió atropelladamente las escaleras y, a punto de tropezar y caerse por el mal calculado descenso, emprendió una carrera en busca del gobernador de su pueblo.
Cuando lo encontró, vio que junto a él estaba el Rey de Leria, la capital del reino. Su rey, un semielfo de complexión fuerte que había superado los quinientos veranos, iba enfundado en una exquisita camisa blanca con adornos finamente bordados, y una capa ligera, casi veraniega. No parecería un rey al lado de los elfos de no ser por su corona, una circunferencia de platino tallada con diversos símbolos y rematada con cinco puntas curvadas hacia arriba, como colmillos, en su mitad delantera, y una gema azul en forma de gota en la base de la punta central. Su barba, en la cual aún se podían distinguir algunos cabellos castaños que delataban el color que antaño brilló en la caballera de Su Majestad, estaba perfectamente recortada, sin ser demasiado espesa ni demasiado corta. En su conjunto, su figura desprendía una perfección y una firmeza que hacían honor a su sangre.
El gobernador, a su lado, también iba vestido con un atuendo algo más pomposo, pero de colores verdes y marrones, más comunes en los bosques. A diferencia del rey, el gobernador era un ser bastante más esbelto, incluso frágil. Sus mangas se ensanchaban en los extremos, y la túnica estaba sujeta a su cintura por un cinturón del mejor cuero, con una hebilla hecha de jade. Por lo general, el gobernador se mostraba hosco con los humanos, y sobre todo con los semielfos, a los cuales despreciaba profundamente, pero por el rey de Leria sentía un profundo respeto, y lo trataba como a un igual. En aquel momento, ambos observaban a Key, jadeante, que se aproximaba hacia ellos como una exhalación.

- ¡Gobernador! Su... su Majestad... veréis... - dijo Key, que aún tenía la respiración agitada.
- ¡Ah, hola, Dragón! Llevaba mucho sin veros. – Le interrumpió el Rey - ¿Qué hacéis con la espada y la daga? El concurso era de tiro con arco jajajaja.
- ¡Ya lo sé! Ah, pe-perdón, Su Majestad. – dijo Key haciendo una rápida reverencia.- Pero es urgente, creo que Darken ha vuelto.
- ¿Darken? Preguntó el gobernador – Lleva tres años sin aparecer. Quizá la última vez perdió contra vos para siempre.
- O quizá se dio cuenta de que siempre era vencido por mí y ha estado todo este tiempo preparándose a fondo. Noto que el poder oscuro es superior al de otras veces.- Dijo Key.
- No, no creo que haya... – empezó el Gobernador.
- ¡Mirad mi espada, señor!
Entonces les enseñó su espada y, tanto el Gobernador como el rey pudieron ver el potente resplandor que emanaba de la hoja.
- ¿Veis? – Continuó Key. – Ha vuelto, y es más poderoso que nunca.
Justo en ese momento, oyeron una explosión monstruosa dentro del bosque. Miraron en la dirección del estruendo, y vieron una gran nube de color púrpura brillante, acompañada del sonido de varios árboles cayendo derribados.
- ¡Ilgo! – Gritó el rey - ¿¡Dónde te has metido!?
- ¿Quién es Ilgo? – preguntó Key al Gobernador.
- Es el general de sus tropas. – Respondió éste – Tenemos que sacar de aquí a la gente. Esta vez, Darken ha atacado sin previo aviso y nos ha pillado en paños menores.
- Estoy aquí, Su Alteza. – dijo una voz a sus espaldas. Se trataba de un humano ataviado con la armadura de la guardia real, que sostenía en sus manos una temible alabarda con diversos adornos y ornamentos, más para impresionar que para luchar con ella.
- ¡Rápido! ¿No has oído la explosión? ¡Se trata de Darken! ¡Tienes que sacar de aquí a todo el mundo ahora! – le espetó el rey.
- Vamos Key, venid con el rey y conmigo en aquella carreta. – Dijo el gobernador.
- Un momento, ¿No se supone que soy yo el que va a luchar contra Darken? Lo de siempre, ya sabéis. – Respondió Key levantando una ceja.
- ¿Pero no os dais cuenta? – Le dijo el gobernador.- Llevas tres años sin pelear contra él. ¿Y si es verdad lo que has dicho? Excepto la primera vez que os enfrentasteis, nunca había atacado de esta manera; se había refugiado en su castillo y eras tú el que ibas a él, sorteando todos los obstáculos que se interponían en tu camino. No sabemos cuán poderoso es ahora.
- ¿Acaso me pedís que huya? Soy el único que se puede enfrentar a él. Si no lo hago ahora, será dentro de poco tiempo, con la diferencia de que ya habrá destruido Tahem, eso si no llega a Leria. – respondió Key.

El gobernador no dijo nada y se quedó unos segundos mirando a Key. Después le puso las manos sobre los hombros, le deseó suerte y se marchó junto al Rey a la carroza real. Quedaba ya poca gente en la aldea. Key desenvainó la espada y se internó en el bosque dirigiéndose hacia la fuente del poder.

Tras correr un rato a través del bosque sin ver a su enemigo, empezó a extrañarse – “¡Qué raro!” – Pensó - ¿Y si me he equivocado y no se trataba de él? Menuda metedura de pata...” – En ese instante oyó un crujido y se echó a un lado justo a tiempo para no ser aplastado por el tronco que caía. Igual que siete años élficos atrás. Entonces se giró y lo vio, allí estaba Darken. Era un ser similar a un elfo corpulento, de más de dos metros de altura. Su pelo, de un rubio casi platino, contrastaba con su túnica oscura, con bordados en dorado y una capa con el forro interior de color sangre. Sus ojos brillaban en un color rojizo, antinatural, con el iris rodeado de un aura de color negro, que indicaban la naturaleza maligna del ser.
- Nos volvemos a encontrar, tras noventa eras. Tres años son mucho tiempo, ¿no? – dijo Darken, esbozando una sonrisa. Su mirada fría y calculadora no se correspondía con la mitad inferior de su rostro. – y no, no estás equivocado. He aprovechado bien este tiempo.
- ¡Eh! ¿Cómo has...? ¡Puedes leer las mentes! – dijo Key más sorprendido todavía.
- Te repito que estos años los he aprovechado muy bien – respondió Darken. El maná se arremolinaba a su alrededor.

Key no quiso escuchar más. En un instante recorrió los metros que le separaban de su enemigo y le lanzó una estocada dirigida al corazón, o al lugar en el que se suponía que Darken tenía el corazón. Durante esas centésimas de segundo volvió a extrañarse, porque el Señor Oscuro no hizo ademán de apartarse para esquivar el golpe. – “¿Pero qué...?” – pensó Key, pero justo en ese momento, cuando la luz de su espada rozó a Darken, una especie de escudo invisible rechazó a su atacante y lo lanzó hacia atrás con el doble de fuerza con la que había golpeado. Key no se explicaba cómo Darken había podido crear un Escudo Reflector tan potente.
- ¿Necesitas que te lo repita de nuevo? No tienes nada que hacer contra mí. – Dijo Darken. – He venido para vengarme.
Key se levantó del suelo y vio que su enemigo estaba concentrando energía oscura en una de sus manos. Reconoció el conjuro, un Ataque de Gea. Era un hechizo considerablemente poderoso y sólo algunos de los mejores magos podían usarlo. Key se dio cuenta de las pocas posibilidades de vencer que tenía. El problema no era que el conjuro le impactase, ya que Keykum tenía la suficiente resistencia como aguantar conjuros de esa envergadura, sino que además arrasaría todo lo que se encontrara a varios kilómetros a la redonda, y probablemente también alcanzara a los aldeanos.-“Es increíble el poder que ha adquirido en este tiempo” – pensó Key, aunque no sabía cómo iba a escapar de aquello. De repente se acordó de algo.
- El espejo. – dijo.
-¿Cómo?–Preguntó Darken. Key sacó el espejo y comenzó a desenvolverlo.
- ¿De qué te sirve? ¿Vas a huir de mí? – Dijo su enemigo.
- ¿Quién te ha dicho que yo vaya a huir? – Respondió Key.
Darken le leyó de nuevo la mente para saber qué pretendía hacer el joven y vio lo que realmente planeaba: enviarlo a él al mundo de la oscuridad, Yhadow.
- No te lo voy a permitir – Dijo. La sonrisa había desaparecido de su cara y había dejado de invocar el conjuro. Justo en el momento en que Key desenvolvió el espejo del Dragón de Diamante y aplicó una pequeña fracción de su poder, Darken lanzó una bola de energía dirigida a él. Varios cristales salieron volando y Key notó cómo su cuerpo empezaba a desvanecerse.

to be continued...





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El mundo es redondo, pero hay gilipollas en cada esquina.



16 May 2013 11:43
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Nota Re: Elfo Keykum - El guerrero del dragón de diamante

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Abrió los ojos. Como suele ocurrir, en el cielo brillaba el sol, que lo dejó cegado, y volvió a cerrarlos. No sabía dónde estaba. Recordó que había luchado contra Darken y que éste le había lanzado una pequeña bola de energía, pero no podía haberle matado con un conjuro tan débil... ¿o sí? Porque no se había teletransportado al mundo de la oscuridad. Entonces, ¿dónde estaba?
Se cubrió los ojos con la mano antes de volver a abrirlos e intentó incorporarse, pero cuando apoyó la otra mano en el suelo, notó una ligera punzada. Se sentó para mirar con qué se había pinchado y vio que junto a él estaba el espejo, o lo que quedaba de él. Había varios cristales esparcidos por el suelo, y como Key no se había reflejado en todos ellos a la vez, había acabado en un mundo diferente, que no era ni el suyo ni el de la oscuridad.

- Bueno, pues tengo que averiguar dónde estoy. – Se dijo Key a sí mismo mientras se levantaba y se sacudía el polvo de la ropa. Empezó a mirar a su alrededor. El suelo que rodeaba el jardín no era de tierra, sino de una especie de losas de arcilla, parecidas a las que había por las calles de Leria. Cerca de él había una casa que tampoco se parecía a las de su pueblo: era bastante grande y no estaba construida en un árbol ni fabricada con ninguna clase de madera, si no con…. Un extraño material, ¿piedra pintada quizá?
Había también una cerca metálica rodeando el terreno, delimitándolo con el de las demás casas (se acababa de dar cuenta de que había más casas, algunas incluso más grandes y lujosas). Había muchos objetos que nunca había visto, hechos de materiales desconocidos para él. Se levantó, dejando su espada y los trozos del espejo en el suelo, y comenzó a observar aquel desconocido lugar. A un lado de la casa asomaba un gran armatoste metálico de color plateado, sostenido sobre varias ruedas –cuatro, dedujo Key, aunque desde donde se encontraba solo veía la mitad del aparato-. Ante él se extendía una zona de hierba, delimitada por una pequeña valla de madera, de no más de un palmo de alto. En el extremo más cercano al límite del terreno había un árbol joven, un cerezo quizá, y en el jardín florecían diferentes plantas trepadoras que se entrelazaban en diferentes mallas que servían de soporte. Aquella casa no era tan lujosa como aquellos palacetes de los nobles del reino, pero tampoco se trataba de una vivienda cualquiera. Su confusión era tal que no sabía cómo reaccionar.
En ese momento, un chico salió de la casa y miró a Key con los ojos desorbitados. El joven, un humano, era más bien bajo de estatura, con el pelo castaño, y vestía extraños ropajes. Llevaba una camiseta negra con una calavera dibujada y unos pantalones largos y anchos, con varias cadenas que colgaban desde los múltiples bolsillos. ¿Sería algún tipo de sectario demoníaco?
- ¿Cómo has entrado? ¿Quién eres y... qué quieres?- preguntó el chaval algo temeroso. Intentaba parecer autoritario, aunque no conseguía evitar que le temblara la voz.
- Perdonad, joven humano, pero es una larga historia. No quiero haceros daño. No conozco este mundo. – Le respondió Key con total naturalidad, esperando que el joven no se comportara de forma agresiva. Lo último que le apetecía era luchar en aquel recién descubierto mundo, del cual no conocía nada más que el pedazo de terreno que lo rodeaba.
- ¿Que no conoces este mundo? ¡Tú estás mal de la azotea!- el joven palpaba la ventana que había junto a la puerta por la que acababa de salir, buscando quizá algo con lo que defenderse o con lo que intimidar al intruso. Enseguida cejó en su empeño, al no encontrar nada al alcance de su mano.
- ¿De la qué?- preguntó Key, mirando a su alrededor. ¿Dónde había una azotea?- Oíd, lo siento pero os repito que yo no soy de este mundo, no pretendo haceros ningún tipo de mal.
- Y pretendes que me lo crea ¿no? Entras a robar y pones carita de inocente.- Ahora el chico había cambiado de actitud, cruzando sus brazos y apoyando su peso en una de sus piernas. Había pasado de considerar a Key una amenaza a verlo como un loco, o un bromista.- Hablas demasiado bien para ser un niñato cualquiera. Dices que vienes de nosedónde, y si es así, podrás demostrarlo, ¿no?
- Pues... sí. Mirad, ¿veis esos cristales? Formaban parte de un espejo que me permitía viajar de mi mundo, el de la luz, al de la oscuridad. Yo me encontraba peleando contra el Rey de la Oscuridad, cuando empezó a invocar un hechizo totalmente letal. Intenté detenerlo enviándolo a Yhadow con el espejo, pero lo rompió y fui yo quien acabó aquí.
- Venga ya, ¿qué has bebido? Los videojuegos te afectan.
- ¡No os lo creáis si no queréis! Pero, antes de marcharme, que no sé cómo, me gustaría presentarme al menos, para que veáis que no voy de mala fe. Mi nombre es Keykum, ¿y el vuestro?- Por supuesto, Key no iba a olvidar sus buenos modales, y dado que el chico no parecía tener intención de atacarle, lo mejor sería marcharse de la forma más educada posible.
- Yo soy Dan, y deja de hablarme de esa forma… Un momento. ¿Cómo has dicho que te llamas?- el chico enarcó una ceja, divertido.
- Keykum. ¿Qué pasa?- respondió el elfo, con curiosidad. ¿Era posible que el humano hubiera oído hablar de él incluso en aquel desconocido mundo? ¿O quizá existiera algún héroe local con el mismo nombre? En todo caso, la expresión del joven había vuelto a cambiar. Ahora tenía los ojos desorbitados en la más absoluta expresión de sorpresa.
- No puede ser... ¡como el del videojuego!- respondió, en un tono de voz quizá demasiado alto, como si intentara convencerse a sí mismo de lo que decía. Se acercó a toda prisa a Keykum, el cual no sabía si permanecer quieto o huir.
- ¿El vi... deo... qué? ¿Qué es un...?- Por alguna razón, para alguien que llevara toda su vida hablando en élfico, aquella extraña palabra, “videojuego”, era difícil de pronunciar.
- Eres pelirrojo, con el mismo nombre, la misma cara, igual de canijo y desgarbado… me hace gracia.- comenzó el chico. Key no sabía si le estaban alabando o insultando. El humano apenas le llegaba a la altura del cuello.- ¿Y si fuera…? No, gente rara hay en todos lados… Pero y si… Mmmm… No pareces peligroso, ¡ven, te lo voy a enseñar!
Dan cogió a Key del brazo sin apenas darle tiempo a recoger su espada y lo llevó dentro de la casa hasta una habitación en la que había un sofá, algunas sillas, una mesa... y sobre un mueble había una especie de espejo o ventana a través del cual se veía una gran tormenta de nieve. De repente, en el espejo aparecieron varias personas pequeñitas hablando, como si estuvieran muy lejos.
- ¡Eh! ¿Cómo...? – Preguntó Key, evidentemente sorprendido.
- Shhh, calla, sólo he cambiado de canal. Ya te lo explicaré luego, sólo es una corazonada. – dijo Dan, que tenía en las manos otra caja más pequeña.- Esto es una televisión. Y esto, una videoconsola – le explicó a Key. Conectó una especie de cuerdas negras de la tele a la consola, pulsó unos cuantos interruptores pequeñitos y cogió un... un...
- ¿Y eso? – preguntó Key señalando lo que el otro tenía en las manos.
- Es el mando. Verás, yo coloco un juego en la consola, la enciendo y, con este mando puedo manejar a los personajes.- el chico lo explicaba todo hablando rápidamente, como si el elfo pudiera entenderlo.- Y dime, ¿qué edad tienes?
- Ah... tengo diecinueve años – respondió Key, que seguía sin entender nada. – 570 eras.
- Yo tengo dieciséis. Y ¿qué elemento controlas?
- ¿Elemento? ¿Cómo que qué elemento? Todos, aunque con mayor afinidad al agua.- dijo el elfo. Dio la impresión de que el joven ni siquiera lo había escuchado. - Todo esto es muy raro… y no sé por qué me habéis… has dejado entrar con tanta confianza en tu casa sin conocerme de nada.
- ¡Mira, ya empezado! – dijo Dan señalando a la televisión. – Este es el protagonista, que se llama como tú, pero sólo se te parece en algunas cosas. Los dos tenéis el pelo rojo, aunque peinado de diferente forma, por ejemplo.
- Claro, yo lo tenía así hace tres años, cuando era de tu edad. – replicó Key. Por mucho que intentaba hallar una explicación, no lograba entender cómo podía haber un él en pequeñito dentro de esa caja. Era casi cómico verse.
- ... Además, viste de manera diferente a ti.
- Las gentes suelen comprar ropa nueva a menudo, cuando la que tienen se les queda pequeña.
- Hablas raro. Las gentes… querrás decir ‘la gente’, ¿no? Hum… en el juego no tengo ese objeto, el espejo.
- Porque para empezar, yo tengo el único espejo existente, y quizá ese elfo que hay ahí dentro no se haya encontrado todavía con el Dragón de Diamante, que fue quien me lo dio. Creedme, joven humano, que a día de hoy le resultará un tanto difícil, porque el dragón está...
- “El dragón de diamante” – ahora era Dan el que estaba extrañado. - ¡Ese es el título del juego! Espera… ¡Tienes una espada!
- Pues claro, ¿ahora te das cuenta? Casi me haces olvidarla en el jardín. Es la misma que la que llevaba el elfo que hay dentro de esa caja, cosa que me extraña. Pensaba que sólo existía una así. – dijo Key desenvainándola y enseñándosela a Dan. - ¿Ves? ¿Te crees ahora que vengo de otro mundo? De un mundo muy parecido al que hay dentro de la caja.
- Tu espada… tus orejas puntiagudas… entonces es verdad. – dijo Dan mirando a Key con una expresión a medio camino entre la sorpresa y la euforia. Parecía que fuera estallar de un momento a otro. – ¡No eres un friki cualquiera
-¿Que no soy un qué? –La jerga usada por el chaval era incomprensible.
-¡Dioses, mis padres no se lo van a creer!
-¿Tus padres? ¿Vives aquí con ellos? Yo no…
-Ya, ya. He jugado a todos tus videojuegos, así que conozco bien tu historia. Vitán es uno de los personajes que mejor me caen.
-Sí, es simpático, aunque un poco pelmazo, como todos los hermanos... pequeños... – La cara de Key se ensombreció durante un instante.- Oye, todavía no has respondido a las preguntas que te hice antes acerca de los elementos.
-En la época medieval de mi país, hace varios siglos, y que se parecía bastante a la tuya, la gente de mi tierra tenía poderes, pero los del resto del país a veces se extrañaban de nosotros, ya que ellos los habían perdido hacía tiempo…
-Y vosotros erais los únicos que los únicos que los conservabais. – Interrumpió Key.
- Exacto. Y cada persona tenía poder sobre uno de los cuatro elementos: agua, tierra, fuego y aire; aunque dependiendo de la persona, podía ser más o menos poderosa. Esta ciudad formaba parte de un reino, y como los que teníamos magia éramos minoría, evolucionamos y adquirimos tecnología junto al resto del país, hasta llegar a estos días. La gente nace ahora mucho menos poderosa, aunque hay excepciones y yo soy una de ellas, pero no creas que esté echándome flores.
- ¿Y eso?
- Cuando empecé a usar mis poderes, me di cuenta de que no controlaba uno, sino a los cuatro elementos. Pero eso sólo lo saben mis padres, para el resto soy un afín al agua.
- Vaya, eso sí que es interesante.- Key no sabía por qué razón ese chico le estaba contando un supuesto secreto tan importante como ese, pero bueno, como aún no sabía si el humano era del todo de fiar, mejor seguirle la corriente.- Supongo que por eso me has dejado entrar. Pensabas que si yo intentaba hacerte algo con mis supuestos poderes, no te costaría detenerme.
-Ajá, pero eres el Guerrero del Dragón de Diamante, y creo que me vencerías con facilidad. Ahora, el problema será convencer a mis padres.
- ¿Convencerlos para qué?
- ¡Pues para que te dejen quedarte! Eres un medieval, no tienes ni idea de este mundo, y tengo que enseñarte algunas cosas…
- ¿Con quién hablas, Daniel? – Preguntó una voz femenina en el pasillo que llevaba a la habitación en la que se encontraban ellos. A continuación, se oyó el retumbo de la puerta al cerrarse. Key, instintivamente, se puso de pie sosteniendo la espada en posición defensiva en cuanto vio a una mujer entrando por la puerta.
- Como por ejemplo… que ella es mi madre. – Terminó Dan.
- Oye, Dani… ¿Quién es? ¿Y por qué va vestido de esa manera y con esa arma? No será una espada de verdad, ¿eh?– Dijo la madre de Dan un poco asustada, viendo las puntiagudas orejas del elfo. Junto a ella había una pequeña humana, de unos diez años con el pelo de color rojo sangre, igual que su madre, observando al desconocido pelirrojo con sus enormes ojos verdes.- ¿Es un primo tuyo? Quizá sea de la familia de tu padre, ¿es eso?
En ese momento apareció un hombre por la puerta. Key dedujo que sería el padre de Dan.
- ¿Qué pasa, cariño?-Dijo el hombre, cuya expresión era afable.- Vaya, Daniel ¿Es un nuevo amigo tuyo? No lo conocía. ¿Vais a disfrazaros para una de esas convenciones de cómics o algo así?– dijo sin más. El tipo, con el pelo y los ojos del mismo color que su hija, era un humano fornido, aunque no demasiado alto, con la piel curtida y una barba cuidadosamente afeitada.
-Es decir, ¿no es de tu familia? –dijo la madre.
-No, creí que quizá fuera de la tuya.- Respondió el padre.
- En fin. Tengo una larga historia para contaros.- Dijo Dan sentándose en una silla mientras Key envainaba su espada mirando dubitativo a los tres humanos que acababan de entrar.

Los dos estuvieron varias horas contándoles a los padres de Dan la historia de Key. La joven que antes había entrado junto a la madre era la hermana menor de Dan. De repente, Key se acordó de que había dejado fuera los trozos de su espejo, y salió a recogerlos y guardarlos en la bolsa de cuero de lemín. Mientras tanto, Dan terminó de contar la historia.
- Así que me gustaría pediros algo.- Dijo Dan.
- ¿El qué? – Dijo su padre.
- Que le dejéis quedarse en casa.
- ¿Cómo? – Preguntó su madre. La mirada de la hermana se iluminó.- Daniel, no lo conocemos de nada, ni sabemos si es verdad lo que dice.
- Mamá, yo estoy seguro de que sí es verdad, solo mira su espada, que despide más magia que la que podamos haber visto junta en toda nuestra vida. No podemos dejar que vaya solo por este mundo, ¡no sabe ni encender una bombilla!
- Daniel, por favor, no empieces…
- Venga, mamá. Déjalo una semana para ver cómo se porta. Si no nos gusta, ya me encargaré de echarlo. Le diré que se vaya, y no le dejaré que vuelva.- dijo la hermana. Dan la miró con cariño.
- ¿Ves, mamá? Incluso Almita quiere que se quede.
- ¡Dan! Ese joven no es un perro.- dijo su madre.- No puedes “quedártelo”, como si fuera una mascota, y devolverlo si no te gusta, es un ser humano.
- No es un humano, mamá, es un elfo.- replicó Dan, como si eso cambiara mucho la opinión de su madre.
- Venga, querida. – Dijo el padre. – Nuestros antepasados también podían hacer eso hace treinta siglos, lo de viajar de dimensión en dimensión.
En ese momento, Key, que no había oído nada, entró en la sala.
- Bueno, aquí está el espejo. Falta uno de los trozos. – Dijo el elfo dejando la bolsa de cuero sobre la mesa.- Hay que tener cuidado, puesto que no sabéis manejarlo. Si vuestro rostro se refleja sobre algún cristal al tiempo que invocáis algún hechizo, a saber dónde acabaréis. Por cierto, ¿podríais decirme dónde está la posada más cercana, bella damisela?
- ¿Posada?- Respondió la madre sonrojándose ante el piropo del elfo.-Habíamos pensado que sería mejor que te quedaras en nuestra casa como invitado.
De repente Dan y su padre se levantaron y, con cara de alegría, se abrazaron gritando y vitoreando la decisión de la madre. Alma no apartaba los ojos del elfo, aún incrédula de que ese ser fuese realmente un héroe.
- Venga, parad ya.- dijo ella. – Dan, No os marchéis muy lejos, voy a preparar la comida.
- Bueno, Key. – Dijo Dan. – Tengo que explicarte muchas cosas. Vamos a dar una vuelta.
- Voy a estar fuera arreglando el jardín – dijo el padre, como si el hecho de tener un elfo en su casa fuese lo más normal del mundo. – Avísame si necesitas algo, cariño.



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El mundo es redondo, pero hay gilipollas en cada esquina.



20 Jul 2013 17:28
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Traducción al español por Huan Manwë y Assoth